EL DINERO OCULTO EN LOS PARAíSOS FISCALES SUPERA EL PIB DE EEUU Y CHINA JUNTOS

En la terminología multilateral, EEUU es la gran potencia del planeta con un PIB de 28,7 billones de dólares, a precios constantes del mercado, medidos por el FMI, y China, el mercado emergente que más riqueza acumula con 18,5 billones. A años luz, con 4,5 billones cierra el podio Alemania, que se ha encaramado al tercer lugar tras desplazar, en 2023, a Japón, anclado en los 4,1 billones.

En consecuencia, la actividad conjunta de las dos superpotencias se sitúa en los 47,2 billones de dólares. Algo menos, (43,3) si se acude a los cálculos del Banco Mundial, y todavía ligeramente por debajo, en los 41 billones para los expertos del área económica de Naciones Unidas.

Con excepción de la evaluación del FMI, se podría decir que los paraísos fiscales, con sus leyes de baja tributación y, en no pocos casos, con compromisos amparados en el secreto bancario y el anonimato de las transferencias financieras y de los depósitos de ahorros y activos a personas físicas (riquezas individuales) y jurídicas (multinacionales, preferentemente) han realizado un sorpasso sobre las economías de EEUU y China.

Los investigadores que se dedican a seguir el rastro de los flujos de capital que acaban en estas jurisdicciones (llamadas técnicamente así porque, con frecuencia, no son Estados ni siquiera se pueden considerar, en ciertos supuestos, países) se encargan de advertir de que poner cifras a estas "prácticas dañinas", como las denomina la OCDE, por su nula o leve fiscalidad, con la que atraen la atención de patrimonios y corporaciones dispuestos a evadir impuestos, resulta siempre una ecuación inexacta, aunque bastante aproximada a la realidad.

Así lo enfatizan en Tax Justice Nework, quizás el think tank más activo en investigación, vigilancia y denuncia de estos centros offshore, que cifró entre 21 y 32 billones de dólares el tesoro oculto en 2014 en los distintos paraísos fiscales, cuyo número y censo también varía según de dónde partan las clasificaciones. El montante era significativo porque dejaba traslucir el cuantioso flujo de patrimonio que se trasladó hacia estos enclaves tras el devastador tsunami crediticio de 2008 que obligó a una costosa reestructuración de los sistemas bancarios.

Ese año, cuando el euro salió de la UVI y sus socios de la crisis de deuda, los súper-ricos y firmas transnacionales estaban evadiendo alrededor de 427.000 millones de dólares anuales, alertaban en Tax Justice.

Cinco años después de su valoración, otro estudio, con datos del intercambio de información a la OCDE (institución encargada de supervisar y regular la imposición mundial), por parte de los Offshore Financial Centers (OFC), elevaba esta cantidad hasta los 36 billones en 2020; es decir, al inicio de la gran pandemia, tal y como desvelaba David L. Carden, primer embajador de EEUU ante la Asociación de Naciones del Sudeste Asiático en Foreign Policy.

Desde entonces, en los cuatro ejercicios transcurridos tras el estallido de la crisis sanitaria de la covid-19, la montaña de activos ha aumentado un 25%. Palabra de Gabriel Zucman, autor de La riqueza oculta de las naciones, un ensayo de amplia divulgación internacional sobre los centros offshore, que, en la actualidad, dirige el EU Tax Observatory y ejerce de profesor en Berkeley.

Las pesquisas de este observatorio catapultarían los patrimonios y activos sin gravar fiscalmente en torno a los 45 billones de dólares, cantidad similar al PIB conjunto de las dos superpotencias económicas globales. O, dicho de otra forma: los paraísos fiscales ostentan tanto o más riqueza que la que son capaces de producir anualmente EEUU y China de forma combinada y, por tanto, ostentan, en realidad, la hegemonía económica del planeta por volumen de activos.

Carden alertaba en medio de la crisis sanitaria de que los 36 billones de dólares "sin imposición ni costes" en dinero, oro y acciones –más allá de activos tangibles como los inmuebles, las joyas o el arte–, "deberían haber servido para sufragar los desembolsos de las vacunas y los tratamientos y equipos médico-sanitarios generados por la covid-19", y recordaba la procedencia de los OFC más perjudiciales por su baja tributación y sus legislaciones benévolas con las evasiones fiscales: Suiza, Hong Kong, Luxemburgo, Liechtenstein, Irlanda, Singapur, Panamá, Trinidad y Tobago, Seychelles y Vanuatu.

Además de poner en un crudo contexto de realidad el riesgo de estas elusiones fiscales. Las arcas del Tesoro americano recaudan poco más de tres billones de dólares al año, cifra que duplica el PIB español.

El Observatorio Fiscal de la UE también incide en el grave perjuicio que estas prácticas dañinas infunden en las economías, sumidas en políticas expansionistas, intervencionistas y cargadas de subsidios a sus industrias, a sus servicios tecnológicos, a sus fábricas manufactureras –muy en especial, de chips– y a sus centros logísticos de abastecimiento de materias primas energéticas, metálicas y alimentarias con los que buscan atenuar las disrupciones de las cadenas de valor o los cuellos de botella del comercio y apagar los efectos de la alta tensión geopolítica global. En medio de un clima de dinero caro por las subidas de tipos de interés y con espirales inflacionistas que se resisten a remitir.

Según los cálculos del observatorio, en 2022, último año completo contabilizado, los beneficios empresariales de un calibre intenso ese ejercicio alcanzaron los 16 billones de dólares. Tanto como la suma de los PIB de Alemania, Japón, India y Reino Unido –tercero, cuarto, quinto y sexto del mundo– y, de esta acumulación anual de riqueza, 2,8 fueron recabados por sus negocios exteriores –los más difíciles legalmente de gravar y judicialmente de perseguir– y, de ellos, un billón acabó en paraísos fiscales.

Es el circuito habitual en el que operan multinacionales como Apple, BMW o Toyota, por poner tres botones de muestra de compañías con elevados pesos globales de EEUU, Alemania y Japón.

Del lado de las fortunas individuales, este foro europeo revela que existen alrededor de 2.500 milmillonarios individuales en el mundo y que sus tesoros offshore ascienden a 13 billones, lo que supone un promedio de 4.700 millones por cada uno de ellos. Pese a la gradual disminución de sus presiones impositivas en sus países de origen. En Francia, las rentas que pagaron ese año sus 75 mayores fortunas supusieron el 2% de sus ingresos, sin repercusión sobre sus patrimonios, y en EEUU, el 0,5%.

De media, en el mundo pagaron por gravámenes patrimoniales 44.000 millones, el 0,35% de su riqueza acumulada. En el supuesto, aún ficticio, de que se estipulase un tipo mínimo global –por ejemplo, del 2%, similar al del 15% que rige sobre las empresas– sus contribuciones serían del 1,65% y se generarían recursos estatales por valor de 214.000 millones de dólares.

En esta línea se enmarca la reclamación de cinco ministros de las áreas económicas de Alemania, Brasil, Sudáfrica y España –que rubrican la vicepresidenta, María Jesús Montero y el titular de Economía, Carlos Cuerpo– en favor de un tipo mínimo global a multimillonarios, con el objetivo de que contribuya a impulsar la justicia social y combatir las desigualdades.

En cambio, las multinacionales españolas pagaron en 2021 un 14,4% de su beneficio mundial, el tipo más bajo en cinco años según datos de la Agencia Tributaria a partir de la información fiscal que los grupos empresariales con facturaciones superiores a los 750 millones de euros tienen la obligación de facilitar al fisco. Por debajo del 15% que auspició la Administración Biden en el G20 y que se ha tomado como referencia global desde hace dos años, con la OCDE como entidad supervisora de su puesta en marcha. Y, por supuesto, muy alejada del tipo impositivo del 15% de sociedades y del 30% a energéticas y banca que marca el ordenamiento jurídico español.

El Banco Mundial, con datos mayoritariamente de 2022 –aunque en algunos casos compulsa los del año precedente–, deja sobradas evidencias en su ranking de ingresos per cápita de la inserción de territorios fiscalmente dañinos. Mónaco, con 240.862 dólares, encabeza la lista, al que siguen Liechtenstein (197.505), Luxemburgo (125.006), Bermudas (118.775) e Irlanda (103.983). Cinco sospechosos habituales entre los que se intercala Noruega, ajena a listas negras sobre paraísos tributarios, con 108.729 dólares.

Singapur, Catar, Macao, las islas del Canal de la Mancha, Feroe, Caimán o San Marino aparecen en su top 20, donde también irrumpen EEUU y Países Bajos.

Mientras que, para Tax Justice, cuyos expertos defienden con firmeza la tesis que vincula rentas personales en territorios sospechosos con la intensidad de la captación de fiscalidad evasiva de millonarios y grandes corporaciones, las Islas Vírgenes Británicas son el gran paraíso tributario para las empresas, a tenor del resultado de su indicador de CTHI que mide el valor que recauda cada jurisdicción en función de su peso sobre la Escala Mundial de ingresos impositivos, con una ratio del 6,45%. Por delante de las Caimán (5,99%); Bermudas (5,67%); Países Bajos (5,54%); Suiza (5,1%); Luxemburgo (4,1%); Hong Kong (4,08); Jersey (3,89%); Singapur (3,87%) y Emiratos Árabes Unidos (EAU), con un 3,76%.

En un ambiente, el actual, proclive por los tumbos de la economía global, los mercados de capital y las tensiones geopolíticas a la ocultación de riquezas que los expertos denuncian con una cierta capacidad predictiva porque asocian crisis con propensión a la evasión patrimonial, de un modo similar a la que ejerce el oro como valor refugio en tiempos de fugas de inversiones bursátiles.

Zucman, por ejemplo, enfatiza que el billón de dólares que las multinacionales enviaron en 2022 a centros offshore para custodiar sus beneficios de las agencias tributarias donde declaran tener sus sedes corporativas demuestra que, a pesar del gravamen mínimo global a las empresas, sus transferencias hacia paraísos fiscales siguen siendo "significativas". Al igual que los patrimonios individuales, dado que, en ese mismo ejercicio, el valor de la riqueza financiera –todo tipo de activos intangibles– superaron los 12 billones de dólares; tanto como las economías de Alemania, Japón e India.

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