"CON ESO CRECí, Y RECUERDO CóMO LLORáBAMOS": MARUJA TORRES REVIVE LO MáS DURO DE SU INFANCIA PARA QUE ABRAMOS LOS OJOS YA

De las informaciones que os escucho a diario, la que más me sulfura, si exceptuamos masacres y machadas guerreras, es la que, por bien que nos la cuente Javier Ruiz, no acabo de comprender. O, mejor dicho, entiendo lo que nos dice, pero no me puedo explicar cómo hemos llegado hasta aquí.

Me refiero a eso de que cualquier fondo buitre de cualquier país, y sin que le cueste nada, pueda poner en la calle a familias de nuestro entorno que pagan su alquiler, pero que no son rentables; rentables a lo grande, rentables como hay que ser hoy para que no te atropellen.

Cuando yo era pequeña, la falta de vivienda era la pesadilla de los pobres. Las habitaciones en donde nos hacinábamos; el procurador que pasaba mensualmente a recoger la renta que iba a parar a la aristocracia barcelonesa que poseía los edificios del Raval; el temor a que nos pusieran con las cazuelas y los colchones y las mantas en la acera. Con eso crecí, y recuerdo cómo llorábamos cuando alguien recitaba en la radio el poema de Gabriel y Galán El embargo, cuyo título equivalente ahora sería El desahucio.

Pensábamos, entonces, que lo que nos ocurría era por la miseria de la posguerra, y no por la falta de entrañas de los señoritos que de la guerra y de la paz hacen siempre negocio. Se llamen como se llamen.

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